Las mujeres alemanas, pioneras de la Colonización del Alto P

Nilo Franck

Nilo

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7° Encontro das Comunidades alemãs da Ameríca Latina



Las mujeres alemanas, pioneras de la Colonización del Alto Paraná



Los alemanes llegaron a la argentina progresivamente desde la 3º década del siglo XIX y tuvieron por lo general un rápido crecimiento económico, por ejemplo fueron los primeros en cultivar la vid en Mendoza y el primer cervecero en la Argentina  fue Emilio Bieckert llegado desde Alsacia en 1850.



Cabe acotar que las políticas de estado incluían en sus programas una intensa promoción tendiente a atraer inmigración europea, especialmente el presidente Sarmiento  resaltaba  a  los  alemanes   por   su  capacidad  de   trabajo  y  organización ( la Ley 817 de inmigración  otorgaba garantías y facilidades a los

Inmigrantes).



En el caso de Misiones la fuerte afluencia de alemanes llega a partir de 1918. Si

bien hubo dos corrientes inmigratorias, una oficial y otra privada, la alemana

solo se  canalizó a través de la privada y fue llevada a cabo por dos alemanes:

Adolfo Schwelm  (fundador de Eldorado) y Carlos Culmey  (fundador de Montecarlo, Puerto Rico, Capioví y Ruiz de Montoya).



El primero atrajo a inmigrantes directamente desde Alemania, el segundo con-sideraba con diferencia de criterios que primero debían llegar los  alemanes

brasileños que ya estaban acostumbrados al medio  y podían convertirse  en

maestros de los  colonos llegados de Europa. En contraposición  a las ideas de Culmey, los alemanes se adaptaron perfectamente  a pesar de reconocer en sus

memorias que los primeros tiempos fueron muy duros, ellos provenían de  una nación desarrollada y manejaban técnicas agrícolas  avanzadas para la época,

además de poseer energía eléctrica en la mayoría de los casos,  aún en zonas alejadas de las ciudades.



Recordemos la situación histórica  en que se produjeron las dos emigraciones hacia Misiones. En Brasil  terminada la primera guerra mundial, los alemanes

fueron objeto de cierta discriminación por la derrota de su país, y Culmey



que había desarrollado en esa zona (Río Grande do Sul ) una amplia tarea colonizadora no tuvo dificultades  para traer consigo  varios hombres de su confianza para reconocer la zona y posteriormente trasladarse con las familias dando lugar a la corriente colonizadora de “Alemanes Brasileños”.



En Alemania  mientras tanto, la situación  era aún mas difícil, una gran desocu-



pación  y una inflación inaudita  iban dando forma  a la idea de emigrar hacia



América  incentivados y seducidos  por la propaganda de las mencionadas compañias que promocionaban tierras fértiles, paisajes maravillosos, posibilidades infinitas de  progreso, prosperidad  y  todo aquello que un vende-



dor  suele decir para convencer a su cliente.



Al llegar a destino la realidad fue muy diferente, el pionero Heinrich Weyreuter en su libro “Ardua fue la Lucha”describe: “lo que nos tocó  ahora fue el infierno,  yo no solamente creo sino que sé con certeza que después de estar un año en la selva todos hubieran huido de regreso a Alemania si hubiesen tenido los medios. Para existir había que voltear la selva, quien no lo ha vivido no tiene idea de lo que significa[1]”.



El clima les causaba daño, el calor los agobiaba, los insectos, como las moscas,



ponían huevos debajo de la piel transformándose en “uras”, las picaduras al rascarse  producían infecciones, llagas ó forúnculos salían en todo el cuerpo,



tábanos, garrapatas y piques completaban el conjunto de pequeños pero molestos enemigos; o encontrarse con sorpresas como una “araña pollito” dentro de la cama o en los zapatos, o pieles de víboras o cuando a la noche un ejército de hormigas “corrección” venían desde el monte, interrumpía el sueño de todos, entraba a la casa, cubrían los muebles y las camas y arrasaban con todo, eso si la casa quedaba libre de cucarachas y arañas;  remedios no había y médicos menos aún.  Heinrich Weyreuter tiene una anécdota al respecto: “mi madre le tenía pánico a las víboras y justo a ella tuvo que pasarle que, al sacar leña del cajón en la cocina, salió una víbora venenosa y bastante grande. A sus gritos acudimos mi padre y yo, pudimos matar a la víbora con un tiro de escopeta, pero a mi madre le costó recuperarse del susto”[2].



Es en  éste contexto donde la mujer pionera  adquiere un fundamental protagonismo, ya no le basta con ser esposa y madre, se pone a la par de su esposo, las circunstancias lo exigen, aprende a sufrir en silencio, a callar, a improvisar frente a lo desconocido, a hablar cuando fuera menester tomar decisiones y todo ello sin perder  ese rasgo maravilloso y tierno que sólo una madre sabe aportar en el hogar.



Como dice Weyreuter “ si no hubiésemos tenido a nuestras mujeres ¿Qué hubiera sido de nosotros los pobres hombres?  Cuantas veces hubo enfermos



la pobre madre pasaba las noches enteras al lado de sus hijos convalecientes,



curaba y atendía al marido lastimado y ella misma se arrastraba porque estaba



mal y tenía que hacer su trabajo. ¿quién contó las lágrimas derramadas?



ninguna mujer del mundo se sacrificó tanto como nuestras mujeres, simplemente porque debían hacerlo.  La mayoría sobrevivió y disfruta ahora de una vejez apacible y al recordar tiempos pasados todo parece irreal y no creen que



hayan hecho algo excepcional. La nueva generación no sabe cuanto le deben a éstas ancianas.”[3]



Weyreuter tiene muy presente la navidad de 1924, no había nieve, ni campanas,



ni arbolitos con las velas encendidas, ni mesas de regalos, apenas hay algo para comer y ni siquiera hay luz, él se sentía disgustado con sus padres porque se fueron a dormir, mas tarde se dio cuenta que su madre estaba a su vez desesperada pero no quería demostrarlo.



Recordemos que los modelos culturales dominantes de la época se reducen al espacio hogareño y al ejercicio exclusivo de la maternidad y las tareas domésticas.



En general las familias se trasladaban  con la mayoría de sus integrantes, algunas mujeres viajaban solas para encontrarse con sus prometidos a quienes



en algunas veces apenas conocían  como el caso de  Elsa Plocher quien partió sola de su casa  de Holzhausen para encontrarse en Montecarlo  en 1926 con su futuro esposo  Kart Friedrich Plocher quien había sido  vecino en su pueblo,



él se le había adelantado en la búsqueda de ofrecerle  un futuro prometedor.



Cuando Elsa llegó al puerto de Montecarlo  él  fue a recibirla con  su carro



de cuatro ruedas  cargado con una bolsa  de hermosas naranjas de su producción



para mostrarle lo que esta tierra era capaz de ofrecerles, pero fue tal el grado de emoción  por el encuentro que se olvidó  por completo de las naranjas.



Ellos  se casaron, tuvieron hijos y fueron una de las tantas familias que debieron adaptarse  a un medio absolutamente desconocido, muchas veces hostil  y adoptar a la Argentina como su país aunque la nostalgia a su  tierra natal  muchas veces  los ahogaba en llanto. Elsa decía: “No hay dolor mas fuerte que la nostalgia a tu patria”[4].



Pero ella cumplió el sueño de volver a su tierra, Juan recuerda ese momento:  “mamá volvió a Alemania después de 22 años, en los meses previos al viaje ella tenía tanta alegría seguramente imaginándose el reencuentro con sus padres y hermanos que cuando barría la cocina de golpe caminaba rápido y hasta hablaba en voz alta,¡ como vivió esos meses antes del viaje!”[5].



Otras pioneras como el caso de María Semle, jamás volvió  y en su nostalgia la recordaba musitando una canción casi siempre a solas limpiando con esmero la galería o revolviendo con sabia maestría algún dulce casero. O como Rosina Kaiser quien tan solo deseaba ver una vez más la salida del sol detrás de las blancas nieves de las montañas  del  sur de Alemania  y  pisar la tierra de sus ancestros  pero  falleció  sin ver cumplido su sueño.



Otro relato que hace mención  a éste sentimiento es el de Helga Hager otra de las pioneras que entrada en años  recibe una carta de su prima de Alemania



quien le dice que podría regresar  ya que apenas desembarcara podría  encontrar vivienda y trabajo, oferta ésta que era la ilusión de su vida, esa noche Helga  y su esposo no lograron dormir, a la mañana siguiente analizaron la posibilidad del regreso  y prevaleció en ellos el amor  hacia lo que les prodigó la patria nueva que los había acogido tan generosamente.¡Decididamente nos quedamos aquí! dijo Helga, ese fue el veredicto final.



Pero aquellas que habían cumplido su sueño, regresaron con la convicción  que la Argentina era ahora su hogar, aquí habían echado raíces y aquí se quedarían.



Además, la Segunda Guerra mundial  había dejado su patria en cenizas.



La Patria (Heimat), se expresa de distintas maneras: en imágenes, en colores, en sonidos, pero sobre todo sentís Heimat, donde tenés familia y amigos.



En cuanto a la vida cotidiana, en la cual se plasma la capacidad de adaptación que tuvieron al medio, se evidencia en el relato de Matilde Böckmann, quien como Elsa llegó sola para encontrase con su pretendiente a quien no conocía. Llegó con la Cía. Schwelm y se presentó ante Karl Pratzke, el la invitó a subir a su carro, ella quiso un paraguas  para   protegerse  del  sol, siendo este su  primer problema ya que el precio que le pidieron doblaba al de  Buenos Aires llevándole casi todos sus ahorros. Escuchó el comentario de un hombre dirigido a Karl, ”te mandaron una muy fina ¿será que vas a aguantar?”[6]¸ esa noche quedaron en un poblado y al día siguiente llegaron a Montecarlo, Karl  detuvo su carro y le dijo  “aquí nos quedaremos unos días y nos casaremos”[7]. Le llevaba 11 años y el llegó de adolescente huyendo de Alemania donde la desocupación hacía emigrar a muchos jóvenes. Por la mañana  él  le dijo que la llevaría a la propiedad que había comprado, fueron  a caballo por  una  picada   donde vieron  un tigre, finalmente se detuvieron, “aquí llegamos” le dijo, no había cabaña ni choza, solo un techado y árboles talados, la joven se sentó en un tronco caído. El hombre con un hacha cortó ramas y le pidió que hiciera fuego,  acomodaron las cosas  para cocinar bajo el techado; le dio un arma para enseñarle a tirar , la primera vez que tiró Matilde quedó sentada con el culatazo, a la tercera vez ya pudo sostener el arma y disparar sin perder el equilibrio . Al rato su marido le dijo “yo debo ir a mi trabajo, llevaré los caballos para que no atraigan a los tigres, cuidá que los fósforos no se humedezcan, acá cerca hay mamón y bananos, no creo que llueva pero mejor si juntas un poco de leña. Voy a venir en unos cinco días, Dios te va a cuidar”.[8]  Matilde no pudo articular palabra, esperó que su marido se fuera, se sentó sobre un tronco y se sacudía en sollozos clamando por su madre, hasta que se dio cuenta que estaba sola, se levantó rápidamente y puso manos a la obra. La luz del día iba desapareciendo.



Hoy Matilde agradece a Dios la vida que tuvo y goza de las satisfacciones  y alegrías que ella logró junto a su familia, y recuerda “¿ qué podía hacer una mujer más que atender la casa?” y además acuña una frase memorable “no debemos asustarnos, somos pioneras”[9]. La apodaron la valiente Matilde.



Otro ejemplo es el de Rosina Kaiser quien llegó a Montecarlo en 1920, atendía partos en la zona, 8 hijos de una vecina nacieron con ella. Una vez tuvo que acudir a un llamado  a 10 Km., llovía torrencialmente y un puente estaba inundado, igual lo cruzó llegando a tiempo para atender. Nunca negó ayuda a nadie, además Rosina hacía embutidos y cuando se faenaba ella avisaba a los vecinos para que llevaran parte de la carne, entre ellos había gente muy pobre y colonos recién llegados, todos conocían a Rosina por su generosidad. O como la muy recordada mamá Naujorks, dueña de un hotel y partera de larga experiencia, esta mujer humilde siempre estaba dispuesta a ayudar, el que podía le pagaba y si era gente pobre no cobraba. Hasta con temporales o de noche asistía a la parturienta y no le importaban las distancias. Quienes la conocieron la recuerdan con  cariño y gratitud. Además de estos actos de solidaridad, Clementina Naujorks dirigía un grupo de teatro que se conformó en 1920, la primer obra se presentó en el hotel de su propiedad y se llamó “Weihnachten  auf dem Ehrenhof” y fueron sus actores el Sr. Ramisch con su hijo y esposa.  Estos actores a  los que posteriormente se les agregaron otros que en  años sucesivos continuaron  presentando diferentes obras con marcado éxito y una siempre creciente asistencia de público. En homenaje a su labor, la municipalidad   de Montecarlo  nombró una de sus calles “Clementina Naujorks”.



Otras veces vivieron situaciones extremas, que dejan un sabor amargo en la vida y que también encontramos en la historia de algunas de estas pioneras. Tal es el caso de Elsa Plocher, su hijo Juan relata el momento:” nuestro hermano menor Alfredo Rolando de dos años se había levantado de la cama mientras los cuatro hermanos mayores y mis padres cenábamos, apareció de pronto en la sala, lo que normalmente no pasaba, se le dijo que regrese a la cama, cuando mamá fue a su dormitorio lo encontró frío muerto en la cama. Siempre quedó el misterio si comió unas frutas amarillas venenosas ”[10].



Mujeres valientes, generosas, trabajadoras, solidarias, estos relatos simbolizan a todas, fueron quienes junto a sus hombres forjaron de una nueva identidad a nuestra joven provincia. Esa abnegación para adaptarse, el aislamiento y la añoranza las llevaron  a generar fuertes lazos afectivos entre sus familias y entre sus vecinos, y así formaron una nueva comunidad, manteniendo vivas sus tradiciones, cantando, bailando, recordando, orando a un Dios común sin tomar conciencia de que estaban sentando las bases de un nueva cultura en la historia de Misiones en general  y  del  Alto Paraná en particular. Fueron nuestras “heroínas de la selva.”



Este trabajo cumple con una función reivindicatoria que es resaltar la valiente acción de estas mujeres  a la que quizá la historia oficial postergó, por muchos años, a un papel secundario. Aún se les debe el merecido reconocimiento por su importantísimo aporte en la conformación de nuestra historia. No debemos olvidarnos que no podemos hablar de historia Argentina sin  tener en cuenta  la influencia inmigratoria en la conformación social, política y económica del país a partir de su llegada.



 



 



[1] HEINRICH WEYREUTER, “Ardua fue la lucha”. Destino de los colonos alemanes en la selva. Misiones Posadas.  Edit. Universitaria UNAM. Año 1992.

Pág 29 y 30.



[2] Op. Cit. Pág. 55



[3] HEINRICH WEYREUTER, “Ardua fue la lucha”. Destino de los colonos alemanes en la selva. Misiones Posadas.  Edit. Universitaria UNAM. Año 1992. Pág. 104



 

[4] WIEDMANN INGRID. La colonización alemana en Misiones “la mujer pionera”.  Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 23.



[5] Op. Cit. Pág. 23.



[6] ARETZ DE ALEMAN, ELSA. La colonización alemana en Misiones “la mujer pionera”.  Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 135.




[7] Op. Cit. Pág. 138.



[8] Op. Cit. Pág. 139.



[9] Op. Cit. Pág. 127.



[10] WIEDMANN INGRID. La colonización alemana en Misiones “la mujer pionera”.  Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 18.



Por Ingrid Wiedmann (Misiones, Argentina)

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